
Dra. Lucía Almaraz Cázares · Docente UNIVA Guadalajara
La cosificación sexual es la reducción de una mujer en su cuerpo o partes de éste con la percepción errónea de que su cuerpo o partes de este pueden representarla en su totalidad. La cosificación se produce cuando se separan las funciones o partes sexuales de una mujer de su persona, instrumentalizándola o reduciéndola solo a su aspecto físico.
La Teoría de la Cosificación (Objectification Theory) formulada por Fredrickson y Roberts en 1997, subraya la importancia de las experiencias de socialización de género, en concreto, aquellas experiencias que exponen a las mujeres a ser valoradas exclusivamente por su cuerpo. El punto central de esta teoría es la gran presencia de la cosificación sexual de las mujeres en la sociedad y cómo afecta a su bienestar, físico, psicológico y social.
La continua exposición a situaciones en las que las mujeres somos sexualmente cosificadas hace que nos percibamos a nosotras mismas como objetos, interiorizando la mirada de un observador externo. Este fenómeno se denomina autocosificación, y se manifiesta por la autovigilancia entendida como «un continuo seguimiento de la apariencia corporal» aunado a los altos estándares de belleza que se nos asignan y que de no cumplirlos somos, incluso, violentadas socialmente hablando.
Son escasos los estudios que recogen informes de mujeres sobre su percepción ante los eventos de cosificación a los que la están expuestas. Al realizar un análisis sobre la cosificación de las mujeres en la política no se encontró ningún estudio institucional o académico que permita visibilizar la exposición a la que se enfrentan las mujeres cuando deciden hacer política, aunque en redes sociales se identificó que existe un gran número de comentarios realizados por hombres en los que, evidentemente, hacen alusión al cuerpo o características físicas de ellas.
Una de las fuentes de esta disparidad de poder en la cosificación sexual nace de la pornografía, como un producto audiovisual que silencia a las mujeres de una manera que confiere autoridad a los hombres. Así, si estos aprenden a interactuar con nosotras a través del porno y con ello, aprenden a tratarnos como objetos. Las imágenes sexualizadoras normalizan la cosificación femenina de forma que pasa desapercibida. Esa mirada masculina está tan integrada en nuestras prácticas sociales que apenas la notamos. Esta dominación masculina tiene una violencia simbólica, imperceptible y omnipresente a través de prácticas cotidianas.
En ocasiones, las mujeres nos cosificamos a sí mismas, ya que la intensa presión social para que observen «normas de apariencia» nos obliga a cumplir con estándares de delgadez, juventud y belleza, y pareciera que envejecer no nos es permitido. Las graves consecuencias de la cosificación que nos genera a las mujeres tienen relación con la depresión, el control corporal obsesivo, síntomas de anorexia y bulimia, ansiedad física y social, vergüenza por las funciones corporales, funcionamiento cognitivo inhibido, habilidades motoras y placer sexual disminuidos, así como baja autoestima. Hacernos conscientes del daño que hace a las mujeres la cosificación es obtener conciencia de género con la intención de erradicar este tipo de prácticas que en nada abonan a nuestro desarrollo como sociedad.