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Mtro. José Daniel Meza Real · Coordinador Gestión de Calidad Académica, Sistema UNIVA

Efímera como es la existencia del ser humano en este mundo, se afana siempre por alcanzar la felicidad o lo que le han hecho creer unas cuentas de Instagram que es la felicidad y entonces corre detrás de objetos que anhela, sin saber que los perderá en el preciso instante de obtenerlos, o peor aún, termina su vida sin haberse acercado siquiera a ellos más que en ilusiones. Pero esa idea de la felicidad está confundida y reducida al banal hecho de gozar, y así busca siempre y ama el placer que no es más que una quimera utópica con tan diversos sentidos, tan distintas formas, como los deseos humanos y las aspiraciones en cuya realización se hace consistir la felicidad.

Pero no nos confundamos, ese instinto de buscar el placer en realidad sería sumamente benéfico si se procurara solo mejorar nuestra condición sin salir jamás de los límites de lo justo, sin embargo, el placer inmediato está tomado de las pasiones y las pasiones son ciegas, nacen del estómago, suben al corazón, pero no siempre alcanzan a llegar al cerebro y terminan en la satisfacción de deseos que se sustentan en decisiones que no siempre son las más convenientes.

Pero es cierto, a veces la ruta es distinta y comienza en el cerebro con la imaginación que, a partir de una simple imagen como un millonario en un viaje paradisiaco, un “influencer” cuyo trabajo es disfrutar de la vida, un “creador de contenido” que vive de su sueño, nos presenta mil placeres deslumbrantes que hacen palpitar el corazón extraviando la razón. Pero ¡oh sorpresa! Lo que fácil llega, fácil se va y cuando hambrientos y extasiados apuramos aquellos placeres, se vuelven fugaces como la niebla que se desvanece frente a nuestros ojos y ante la luz de nuestra razón huyen como las sombras; el deleite dura un instante y aunque tal vez lo apreciamos al ser un bien perdido solo nos queda de él una linda memoria que atesoramos más que el placer mismo, si no es que poco después de su llegada nos llena de tedio y de cansancio y pasamos al siguiente y el que sigue de ese y el que sigue y el que sigue.

La imaginación nos muestra casi siempre mil bellas quimeras, y la felicidad termina sustentándose en encontrarlas. La ambición se convierte en avaricia y el deseo de la gloria, la sed de ser celebridades, el anhelo de honores termina llenando el corazón de deseos insaciables que, cuando lejanamente se realizan, dejan un nuevo vacío que nada puede llenar.

Buscamos felicidad permanente en placeres que duran un instante, y sufrimos cuando nos abandonan, cuando se disipan como una luz en la oscuridad que deslumbra más de lo que ilumina. Pero ¿será que, al buscar el placer, le damos demasiada importancia a los bienes materiales y olvidamos la existencia del espíritu? Será que queremos satisfacer el alma con goces físicos y ella los desprecia porque necesita algo tan elevado, eterno e infinito como ella misma.

Ello nos llevaría a suponer que hay deleites que son inferiores a la naturaleza del espíritu humano, y que por eso provocan hastío y desdén; Quiso el ser humano que goce sólo su cuerpo, no tener que pensar más allá de los placeres del dinero rápido, de la felicidad sin esfuerzos, sin sacrificios sin saber que la felicidad también suele ser capitalista porque se compra con dolor y el fastidio y la eterna insatisfacción terminan siendo los intereses que se pagan por esa ingenuidad.

Quizá es algo que las nuevas generaciones no comprenden, pero probado está que, si no probáramos lo amargo los de crueles sufrimientos, no seríamos capaces de apreciar el deleite y la dulzura que traen consigo las horas fugaces del placer; y entonces en ese punto sabríamos lo que significa preferir el sufrimiento a dejar de sentir.

Pero no tengamos miedo porque afortunadamente el sufrimiento y el placer, aunque parezcan contrarios tienen una cualidad que los une y es su fugacidad.

Aceptemos el dolor como un obstáculo en el camino de la vida que nos enseña con caídas como dar pasos más firmes y nos muestra la revelación de nuestra inmortalidad.

Pensemos además que el genio, esa virtud de la inteligencia, necesita para llegar a su crecimiento y desarrollo, probar la adversidad con todos sus rigores. ¿Qué virtud hay que no se fortalezca y purifique en medio del dolor? La virtud en medio de la felicidad no necesita esfuerzo para existir, pero si sale triunfante de la prueba del dolor, se engrandece y se hace sublime y meritoria.

¿Y entonces no se puede encontrar la felicidad duradera?

Sí, porque en el corazón, aunque algunos como Maquiavelo digan que no, existe un conocimiento íntimo de lo bueno, no hay alma que no tribute un homenaje de admiración a la virtud, y casi todos los hombres tienen una necesidad profunda de extraer de su interior esa poca o mucha sensibilidad. Abrirse a esos sentimientos, a esa virtud, proporciona deleites que son del alma, y la expansión del corazón y de la inteligencia y nos llenan de una dulzura tranquila y apacible, entonces busquemos el placer en la satisfacción del corazón y la mente.

Busquemos placeres para la inteligencia y para el corazón si queremos que tengan alguna duración, porque los goces de los sentidos pasan con la juventud, pasan con la moda, pasan al siguiente video de TikTok, simplemente se van para siempre después de durar algunos instantes. Los placeres de la búsqueda de la virtud pueden sonar de viejitos, pero es porque justamente duran hasta la vejez.

La virtud en el desarrollo de la inteligencia, los lazos de familia y el ser útil a sus semejantes, entre otros, son la semilla de verdaderos y solidos placeres que ciertamente no serán tan deslumbrantes como otros, pero en cambio, son más firmes y tan dulces que rápidamente nos quitan el sabor de boca de la amargura.

Nunca vivamos solo de los sentidos y los placeres inmediatos que nos pinta la sociedad asquerosamente positiva que nos grita “¿Para qué reflexionas? ¿Para qué trabajas? Si puedes solo disfrutar de una vida ociosa llena de placeres”, porque eso solo degradada nuestra naturaleza, y al anhelar ese placer, vivimos pensando que nuestra vida como la tenemos no puede tener una perfecta felicidad.

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